Hoy
aparecí inesperadamente en el cementerio.
El sol derretía una estatua decapitada.
Y yo, refugiada en su sombra,
veía cómo las mariposas jugaban:
Revoloteaban coloridas
de la lápida al silencio,
del silencio a la lápida.
El sol derretía una estatua decapitada.
Y yo, refugiada en su sombra,
veía cómo las mariposas jugaban:
Revoloteaban coloridas
de la lápida al silencio,
del silencio a la lápida.
No
se quejó ni un muerto.
Yo
tampoco.
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