Ella,
la lágrima, nace y resbala,
recorre
los rincones de la piel,
en
la noche, acaricia la pesadilla,
en
el día, a veces, besa el corazón.
Ella,
la lágrima, nace del vacío,
abraza
el viento y crea la lluvia.
Se
desliza entre el párpado y la mejilla
(Entre
mi párpado y tu mejilla).
Ella,
la lágrima, nace sin vida.
Es
líquida espesa y suave.
Visita
los jardines jóvenes
y
la fuente donde escriben los poetas.
Ella,
la lágrima, nace transparente,
aunque
es verde en bosques y ríos
y
se viste (obligada) de rojo en la guerra
es
allí donde no quiere estar.
Ella,
la lágrima, nace cansada.
No
entiende de edades ni de fronteras.
Se
apodera de la cuna de tu hijo
y
refugia al humano de sentimiento.
Ella,
la lágrima, nace escrita.
Vive
sin hora y sin hogar.
En
su viaje, tatúa los pechos
y
decora la mirada abierta.
Ella,
la lágrima, nace sabia,
conoce
el mundo y la memoria.
Nosotros
conocemos la lágrima
pero
ella...¿Nos conoce?
Ella,
la lágrima, nace despierta,
es
la mensajera del tiempo,
existe
para expresar y recitar
todo
lo que no saben decir las palabras.
Ella,
la lágrima, nace del aliento,
en
su cuerpo, derrocha su tristeza
porque
únicamente ella,
aún
siendo la lágrima, no sabe llorar.
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